Y ME APLAZARON EN RELIGION

En el colegio secundario conocí a un Señor, cuyo apellido era Rey…
Este señor era el Portero del Colegio Nacional Mariano Moreno, de la ciudad de Buenos Aires. El señor Rey cerraba el portón de acceso a las 08.00 hs en punto… pero a veces llegábamos corriendo muchos, le pedíamos por favor, y él nos dejaba entrar paternalmente, siempre con su sonrisa inolvidable que nos permitía zafar de una llegada tarde, o de un “ausente”. Así era el Señor Rey constantemente, hasta que un día egresé como Bachiller en 1951, y fui a darle la mano y las gracias, y él me tocó la cabeza paternalmente y me dijo “que tenga suerte, Tagle…”
Pero sucede que el Portero tenía un hijo, que era profesor de Religión, y yo fui alumno suyo en cuarto año. Religión era una materia que el profesor se encargaba de hacerla aburridísima, mientras nosotros gozábamos de esa efervescencia juvenil y con un buen humor a flor de labios siempre.
Recuerdo que en una clase Rey hijo se refirió a unas mujeres que eran seguidoras de Jesús, y las llamó “ciervas del Señor”… entonces yo comenté en voz baja, que cómo era tan humilde si tenía siervas… y el profesor se enojó y consiguió mandarme a rendir exámen en marzo, cosa que no había sucedido nunca!- Esa materia tenía eximición con cuatro puntos, y él me hizo promediar menos y me sentenció a marzo. En vez de ponerme una observación disciplinaria, me había aplazado en la nota calificatoria.
En marzo me había estudiado casi de memoria el libro oficial de esa asignatura, y me presenté muy tranquilo ante la mesa examinadora, integrada por tres profesores, que eran: el Rector, un sacerdote de la Parroquia vecina, y el profesor Rey (hijo). Yo era el único alumno que rendía, me llamaron y entré en el aula. El Rector, Sr Desrets, me invitó a tomar asiento. El profesor Rey me hizo la primera pregunta, que fue: qué ceremonia hacían los judíos en la puerta de sus casas para la Pascua?
Expliqué qué era la Pascua ó Pessaj, y agregué que sacrificaban un cordero si eran pudientes, o hasta una paloma, si no lo eran, y con la sangre del sacrificio debían tocar el marco de la puerta de sus casas… El sacerdote presente me dijo que la respuesta era por demás que correcta y me felicitó…mientras el Rector hacía lo propio y le decía al señor Rey que él consideraba suficiente con mi respuesta, y procedieron a firmar el Acta de exámen los tres docentes. Luego me saludaron y dijeron que podía retirarme.
El exámen había durado cinco minutos.
El Portero del Colegio era un Caballero.
El profesor Rey, su hijo, era un energúmeno. Estas fueron mis tres conclusiones.

Y el tiempo fue pasando inexorablemente, y catorce años después de este episodio, me nombraron Médico Asistente del Hospital Santojanni de Buenos Aires, donde fui asignado a la sala del primer piso del nosocomio, y me presenté al jefe, Dr Natín, a pedir instrucciones. El jefe sabía que yo estaba especializándome en Oncología, y me extendió una Historia Clínica, diciéndome que era de un paciente recién ingresado en la habitación contigua, y que era un “viejito encantador”, y me indicó que lo examinara y confeccionara la historia correspondiente, y luego le informara de qué se trataba.

Al entrar en la habitación de una sola cama, saludé al paciente, que según datos de la carpeta tenía 62 años, y observé que tenía una avanzada calvicie, marcada delgadez, y al saludarme me tendió la mano y se quedó mirándome fijo, lo mismo que yo a él, y me dijo con emoción evidente: “Doctor…¿usted no fue alumno del Moreno?”… mientras yo, preso de una gran sorpresa, miraba de reojo el nombre del paciente que era…Joaquin Rey! Con los ojos muy húmedos no pude aguantar y le dí un beso en la mejilla al hombre inolvidable del secundario, que tantas veces me reabría la puerta y me dejaba entrar salvándome de una inasistencia, al protector de la imprudente Juvenilia de entonces…
El tiempo pareció interminable, al querer devolverle tantas deudas impagas, querer hacer el diagnóstico impecable, y poder darle un tratamiento que lo curara rápidamente..!
Pero el SEÑOR PORTERO, Joaquin Rey, era portador de un tumor avanzado del vértice del pulmón derecho…
Para completar la escena, entró la Enfermera-jefe del servicio, informándome que afuera esperaba un familiar que quería hablar urgente conmigo para saber de su padre…
Le hice una señal, abrieron la puerta, y…¡sí!...era mi ex profesor de Religión, que en lugar de amonestarme me había calificado con un UNO y me había tenido estudiando la materia todo enero y febrero de aquel año 1.950…
Me tendió la mano, se presentó, y el padre le dijo contentísimo, que gracias a Dios era yo su médico, un ex alumno del Moreno, etc, etc, etc. Le hablé con todo cariño y respeto, con todas las explicaciones pertinentes, que él escuchó en silencio. Le hice hacer todos los estudios, biopsia del pulmón, estadificación de enfermedad (extensión), y los demás parámetros habituales. Lo estuve visitando todas las mañanas durante un mes, hasta que lo trasladaron a otro lugar para su tratamiento radiante. Y luego no supe nada más de aquel hombre formidable que acarició mi cabeza de adolescente en 1951, cuando egresé del colegio secundario: Don Joaquin Rey, (Portero), verdadero maestro de la Doctrina cristiana. Pero me lo imagino donde le corresponde, sentado a la diestra.

JOTACET- 01- Setiembre- 09-