jueves, 21 de enero de 2010

JUANCITO, UN PERSONAJE INOLVIDABLE


Un día, al entrar a mi despacho, estaba la Caba con las enfermeras y las mucamas, pues querían hablar conmigo por serios problemas con un chico de diez años, que estaba internado desde dos meses antes. Juancito era el colmo de la desobediencia y de la agresividad, tanto con los otros pacientes como con el Personal en general, por lo que me solicitaban que pidiera su traslado a otro servicio. Ordené que lo trajeran para poder conversar con él a solas. Se trataba de un niño muy inteligente, fuerte, que estrechó con ganas y sorpresa la mano que le tendí. Me contó que su padre había sido detenido cuando él era muy chiquito y no lo había visto más. También me dijo que su mamá se había enfermado y había fallecido hacía mucho tiempo. En resumen, había quedado solo a los cinco años, y se había ocupado de él un diariero de la localidad de Moreno, con quien vivía y comía, y por supuesto, vendía diarios en la estación del tren. -Desde los 5 hasta los 10 años, había pasado gran parte de los días vagando y aprendiendo a defenderse sólo y como podía, habiendo cursado el primer grado de la escuela primaria y en forma muy irregular, mientras recogía lo que encontraba por las calles y se podía vender ó canjear por cualquier otra cosa. Algunas veces “encontraba” cosas que tenían dueño pero él no lo sabía. Juancito guiñaba el ojo cada vez que expresaba algo con picardía, reflejando su enorme simpatía. Le hice servir un café con leche que bebió con mucho agrado, y entonces me dijo que se sentía mucho mejor que cuando lo internaron, y que ya comía mejor y le quedaba muy poca tos y ya estaba sin fiebre.-Me quedé observándolo un rato y entonces tomé la importante decisión: saqué del cajón de mi escritorio un cuaderno de 100 hojas y se lo entregué junto con varios lápices, y le expliqué que acababa de nombrarlo Encargado de Disciplina del pabellón a mi cargo. Pese a lo relatado Juancito escribía bastante bien, y leía de corrido, entonces le indiqué que debía recorrer la sala y anotar en aquel cuaderno todas las novedades que creyera importantes para ponerlas en mi conocimiento las tres veces que concurría por semana. Me sorprendí sobremanera, ya que Juan anotaba todo, desde el nombre y cama de los que hacían travesuras durante la siesta, ó los que se negaban a comer, ó rompían cosas, ó “deshacían” la cama, ó “jorobaban” en el baño, y hasta los que intentaban masturbarse, (pero dicho con su propia jerga callejera).- También anotaba a los que desobedecían las indicaciones del Personal. Por supuesto que todos los “anotados” eran además debidamente amenazados por el terrible Juancito. Le fui poniendo en claro todos los ítems, aceptándole solamente alguna velada advertencia a los demás chicos, prohibiéndole todo tipo de “acciones directas”. Nunca imaginamos la efectividad de su accionar, que casi había devuelto el orden a esta sala, citando ante mí a todos los “anotados”, para charlar los temas en forma individual. Aquél niño violento, indisciplinado e incorregible, había desaparecido como por arte de magia, transformándose en otro individuo alegre y feliz, por haber sido distinguido, quizá por primera vez en toda su vida. Por eso lo llevaré en mi memoria, ya que también él me ayudó a madurar en este largo aprendizaje. Si vive en este momento que escribo mis memorias, tendrá unos 40 años ó algo más, y deseo que sea un buen padre de familia.-

Yo presté servicios en ese hospital durante 7 años, y me dejó un montón de lindos recuerdos, como el cuadro que estaba en la Dirección, con una enorme fotografía de color sepia, tomada el día de la inauguración. En ella se veía claramente la estación ferroviaria de madera y chapas, con el largo camino de tierra hasta la entrada del Hospital. Una multitud de gente caminando, con las señoras vestidas de largo y los hombres con Ranchos y otros sombreros antiguos, y algunas damas portando sombrillas para protegerse del sol. Delante de todos, una Banda militar ejecutando vaya a saber qué sones marciales: realmente, había sido todo un acontecimiento, en aquella fecha que ya ni recuerdo.-

Otro recuerdo imperecedero fue el Aniversario de los 50 años de funcionamiento del Nosocomio que tuvo una organización extraordinaria. Hubo muchísimos invitados tanto argentinos como extranjeros, sobre todo uruguayos. Concurrieron los principales jefes de servicio de la Especialidad de todo el país, especialmente de Capital Federal, Rosario, Córdoba, Litoral, La Plata, etcétera.- El director del Hospital Muñiz, Dr. José M. Leston, disertó sobre Neumopatías Agudas con apariencia de Específicas, y su Diagnóstico Diferencial, y lo hizo de forma magistral, quizá la mejor exposición que escuche en toda mi carrera, así como la inigualable iconografía utilizada.-

Los actos culminaron con un descomunal almuerzo que incluyó el infaltable asado al asador. Entonces me ubicaron en una gran mesa, que realmente era un lugar preferencial. La cabecera estaba ocupada por el Profesor Croxato; a su derecha, el Profesor Leston; a su lado, el Profesor Juan Carlos Rey, titular de la Cátedra del Muñiz.- Frente al Dr. Leston y a la izquierda de Croxato, estaba mi lugar, y a mi izquierda el Prof. Amadeo Joaquín Rey, autor del libro de texto de Tisiología, y jefe del Pabellón Koch del Muñiz. A su lado, un especialista de Rosario, y otro de Córdoba, que amenizaron la comida contando jugosas vivencias del famoso Hospital Santa María, de la serranía cordobesa. Entre otras cosas, contaban que a los fallecidos los bajaban con una especie de carro, al anochecer, hacia el cementerio local.-La casualidad quiso que, 25 años después, mi hijo Julio Alfonso me prestara un libro excelente de Thomas Mann, titulado La Montaña Mágica. En esa famosa obra, el autor relata historias de pacientes afectados de Tuberculosis, internados en un famoso establecimiento de montaña, en Suiza, y entre otras cosas, comenta que a los fallecidos los bajaban en una especie de trineo, por la ladera de la montaña, durante la noche, y algunos pacientes escuchaban el típico ruido de ese vehículo sobre la nieve, y sabían lo que estaba sucediendo. Al leerlo, me estremecí ya que evoqué inmediatamente lo que contaron aquellos Tisiólogos de Córdoba en aquel almuerzo memorable, porque los médicos experimentamos vivencias parecidas, aún en circunstancias diferentes.- En estos casos, las historias estaban unidas por ese pequeño bacilo…

JOTACET- 21- ENERO- 2010

6 comentarios:

  1. SIETE AÑOS DE MI VIDA CON LOS NIÑOS-PACIENTES QUE NECESITABAN CONTENCIÓN: 1963 A 1971, para mí una hermosa etapa de aprendizaje...una verdadera MONTAÑA MÁGICA.
    ´Julio César (Google)

    ResponderEliminar
  2. DOC PASÉ A DEJARTE MI CARIÑO PARA QUE NO ME DIGAS TRAIDORA JAJAJA, TE COMENTO EN LA NOCHE PUES VOY SALIENDO, PERO VINE EHHH...
    BESOS
    Cecy ( la paciente del sour)

    ResponderEliminar
  3. Da gusto volver a revolver entre tus historias.

    ResponderEliminar
  4. QUERIDA AMIGA MAREA, GRACIAS POR TU VISITA, BESOS.
    JOTACET

    ResponderEliminar
  5. -QUERIDA TRAIDORA CECY: Y TE RAJASTE, NOMÁS, JEJE.LA VENGANZA SERÁ TERRIBLE.
    JOTACET

    ResponderEliminar
  6. DOC, JUANCITO DEBE TAMBIÉN RECORDAR A ESE DOCTOR DE CAPA Y ALMA IMACULADA QUE LE DIÓ EL PRIMER VOTO DE CONFIANZA DE SU VIDA, ESAS COSAS MARCAN PARA SIEMPRE, SON INOLVIDABLES.
    SABES QUE ADORO TUS RELATOS Y VENIR A LEER Y DISFRUTARLOS. TARDÉ PERO LLEGUÉ.
    TE QUIERO Y LA VENGANZA NO ES BUENA MATA EL ALMA Y LA ENVENENA JAJA
    Cecy

    ResponderEliminar